#ClaudiaAndreis#MuseoFerroviarioAndrésAndreis. Corrían negros nubarrones en aquel 30 de octubre de 1961. Digo negros nubarrones porque presagiaban la tormenta más dramática para los ferrocarriles argentinos en aquel día, inicio de la gran huelga ferroviaria que tuvo 42 días de duración.
Las huelgas de los años 1912 y 1917 tuvieron otras connotaciones. La primera, por la clasificación y ascensos para foguistas y maquinistas, arbitraje por cuestiones conflictivas entre obreros y empresa, legislación por accidentes en servicio e indemnizaciones. La segunda, de mayor gravedad, cuyo movimiento se inició el 31 de agosto en el Ferrocarril de Santa Fe y se extendió a todas las empresas del país, duró 48 días y se planteaba las condiciones laborales no resueltas, aumento de salario, reglamento de trabajo y el no cumplimiento por las compañías de abonar su contribución a la Caja de Jubilaciones y Pensiones.
La de 1961 estaba planteada para mantener las conquistas logradas a través de muchos años de lucha, pero fundamentalmente, para evitar el levantamiento de 4.000 kilómetros de vía, la supresión de numerosos ramales, la remoción de 6.000 trabajadores; algunos de ellos serían ocupados por contratistas para el levantamiento de las instalaciones; otros, jubilados, y el resto, indemnizados, de acuerdo al decreto 4061/61 que dio a conocer el ministro de Obras y Servicios Públicos, Ing. Arturo Acevedo, quien fuera presidente de Acindar. A continuación se cerraban por disposición ministerial los talleres de Cruz del Eje, Liniers, Alianza, Santa Fe, Strobel, Rosario, La Plata y San Antonio Oeste. Como respuesta a estas medidas las seccionales de La Fraternidad (personal conducción de locomotoras) y Unión Ferroviaria (empleados y obreros) de Rosario (F.C. Mitre) van a la huelga general con el apoyo de la CGT regional. Ante esta situación, los dos gremios en el orden nacional resuelven el paro por tiempo indeterminado desde la 0 hora del lunes 30 de octubre de 1961.
Los acontecimientos de Laguna Paiva
Por aquel entonces, quien esto escribe se desempeñaba en la estación de Laguna Paiva, y a los pocos días de iniciada la huelga se dispone la movilización de todo el personal, presentándose un grueso destacamento de la Gendarmería Nacional, luego de haberse producido graves acontecimientos entre huelguistas y la policía. Laguna Paiva vivía los momentos más difíciles de su historia. El 11 de noviembre se produce un serio incidente entre la población y fuerzas policiales que custodiaban un tren local con destino a Santa Fe y que fue detenido en un acto de repudio a quienes pretendían quebrar las medidas de fuerza, haciéndolo circular, conducido por personal ajeno al ferrocarril. Las mujeres de Laguna Paiva, en su mayoría esposas de los huelguistas, en un acto de arrojo, no permiten la prosecución de su marcha a la altura de la playa norte de maniobras. Para asegurarse, comienzan a cubrir con durmientes sacados del lugar y llevados a pulso al sector de vías por donde pasaría el tren. Al detenerse por estos obstáculos insalvables, el maquinista y los policías resuelven retroceder, pero otros durmientes colocados a la altura de una pasarela ubicada en las cercanías del Km 40 lo vuelven a parar, evitando así su retroceso o avance, recibiendo pedradas por parte la multitud enardecida.
Los policías, confundidos, comienzan a disparar sus armas desde el suelo produciéndose corridas; algunos más exaltados prenden fuego a los coches y cae herido el obrero Abel Gómez y el foguista Orlando Oliva recibe un disparo en la cabeza. A continuación, la misma gente logra apagar el incendio del tren que amenazaba propagarse a una formación de vagones que se hallaban cargados, procediendo a desengancharlos y empujarlos a mano, alejándolos del lugar, ante el inminente peligro de la voladura de la planta de oxígeno lindera a la entrada de los talleres. Mientras se seguían desarrollando los incidentes, el Policlínico Ferroviario de Santa Fe recibía a los heridos más graves de aquella dramática jornada.
Levantamiento y consecuencias de la huelga
Durante el tiempo que duró la huelga, maquinistas, guardas, auxiliares, cambistas y todo el personal operativo, debieron abandonar sus hogares y refugiarse en casas de las afueras del pueblo o de algún familiar, ante la persecución de que eran objeto, pues se los detenía y obligaba a tomar servicio. En otros puntos del país también se registraban incidentes, pero los de Laguna Paiva acapararon la prensa nacional que los consideró como un movimiento insurreccional del pueblo en defensa de sus ferrocarriles. El presidente de la Nación, Dr. Arturo Frondizi, que se hallaba en gira por países de Oriente durante gran parte del conflicto, estimó que la clausura de ramales considerados improductivos, como el cierre de algunos talleres y la privatización de servicios auxiliares, irían paulatinamente a equilibrar el deficitario desenvolvimiento de la empresa.
Herminio Alonso por La Fraternidad, y Antonio Scipione por la Unión Ferroviaria negociaban intensamente con el gobierno a través de la mediación de monseñor Antonio Caggiano. La noche del 10 de diciembre de aquel 1961, se había dispuesto el levantamiento de la huelga. A la mañana siguiente se escuchó de nuevo la sirena de los talleres, reaparecieron las chimeneas humeantes y el ruido de las locomotoras. Pero el ferrocarril, desde entonces, ya no iba a ser el mismo. Cuarenta años han transcurrido desde aquella huelga que marcó el punto inicial de una proclamada y nunca efectiva reactivación, y que sólo sirvió para prolongar la lenta agonía y posterior desmantelamiento de los que alguna vez fueron los Ferrocarriles Argentinos.
Andrés Andreis|Fundador y primer presidente del Museo Ferroviario.